Enrique Meléndez: El referéndum está pintado


La mala noticia de la semana, como se le ha calificado, ha sido lo atribuido a Nelson Bocaranda, en el sentido de que a él le huele que no va a haber referéndum este año. No es que la oposición haya perdido tiempo; enredada, como estuvo al comienzo del año, en temas como el de la enmienda constitucional o la constituyente; embriagada todavía por el triunfo del 6 de diciembre; sabiendo de antemano que todo eso se lo iba a batear la Sala Constitucional del TSJ, como se lo advertían a la MUD los propios voceros del oficialismo; pero producto de esa embriaguez se pensaba todavía que esta gente estaba para respetar la voluntad del pueblo, se descartaban esas advertencias; hasta, al final, quedarse con el referéndum; agotadas, pues las otras vías, teniendo presente que el poder está secuestrado en este país por la llamada banda de los seis siniestros; sentados, a su vez, sobre las bayonetas de una cúpula militar; que conforman las mafias, que saquean al país, y un sistema de complicidades, del cual medran unas cien mil personas a nivel nacional, una especie de corte versallesca, con todos los privilegios del caso, y que han logrado estructurarse y amalgamarse en un Estado rentista en las narices de la ciudadanía, y esto gracias a la presión que ejerce la banda de los seis siniestros sobre todas las instituciones del Estado, excepto la Asamblea Nacional, y a la que el Ejecutivo mismo la tiene en un cerco administrativo; de modo que todo lo que hiciera la MUD, en términos de salidas constitucionales, estaba condenado al bloqueo, y esto lo sabía la MUD, y la que tampoco podía quedarse de brazos cruzados.
Claro, esto arrancó desde el gobierno de Hugo Chávez, y quien fue llevando a cabo esta especie de monopolización de nuestros asuntos públicos, bajo su absoluta voluntad; a medida que iba venciendo todas las resistencias que le oponía la sociedad civil; aunque ya en las primeras de cambio demostró que Pdvsa era lo suyo, y fue el momento cuando en los primeros días de su mandato, obligaba a ir a la directiva de la empresa; la denominada por entonces nómina mayor, a celebrar sus asambleas en Miraflores, y lo cual nos conduce a una primera aberración estatal, es decir, acogotar a un activo de la República, bajo un excesivo presidencialismo, y que iba a terminar por asfixiar a dicha industria; que es lo que traduce la metáfora de que Chávez acabó por matar a la gallina de los huevos de oro, y si nos atenemos al estado financiero actual de Pdvsa, y el cual nos habla de pérdidas; de acuerdo a las cuentas que sacan los economistas.
Por cierto, hoy se critica la pasividad, que mostró Rafael Caldera durante el acto de juramentación de Hugo Chávez; cuando dijo que él lo hacía frente a aquella moribunda Constitución; visto el irrespeto que se desprendía de allí; que le hizo probar el primer trago amargo a aquella clase media, que lo había llevado al poder; tanto más frente al dirigente político, que había encabezado la comisión, que había salido del Congreso de 1959-64, con el encargo de elaborar una nueva Constitución, y detrás de ese trago amargo vino otra serie, que tuvimos que probar los venezolanos; como la de imponernos una Constituyente, encaminada a perpetuar a Chávez en el poder; la imposición del cognomento de Bolivariana en el nombre de nuestra República, como una impronta del movimiento político, con el que llegó al poder; con toda la tergiversación histórica, que eso suponía; partiendo de que Venezuela nunca fue una República de Bolívar.
En efecto, Chávez más que un fenómeno político, fue un fenómeno social. Nunca se le vio pensando en una organización de la sociedad sobre la base de maquinarias partidistas; que fue la tesis que impuso Rómulo Betancourt, cuando regresó del exilio en 1936, y a la cual se estaba adaptando la sociedad moderna del mundo entero; lo que Huntington conoce como las olas de procesos de democratización, y gracias a lo cual disfrutamos de 40 años de alternabilidad democrática, donde se sucedió uno y otro partido en la presidencia de la República; sino sobre la base de un personalismo, que venía a acentuar la aberración estatal que propiciaba, ya que el mismo tenía su origen en un narcisismo sin límites, y de allí que deliraba en un imaginario mágico, más que en un imaginario racional, y, a ese respecto, pensaba que con su verbo iba a enderezar entuertos, socorrer viudas y amparar huérfanos; como así entendía que se debía gobernar, a partir de todos los resentimientos sociales que arrastraba.
Se hizo famoso el “así, así es que se gobierna”; que por el hecho de mismo de llevar ese que galicado, era una frase infeliz; eran los efluvios de su narcisismo, que era muy seductor. Llevaba a decir a las masas populares, lo que él quería oír; mientras iba defenestrando toda nuestra base institucional, a partir de ese personalismo, hasta llegar a lo que somos hoy en día: un Estado hipertrofiado; donde la sociedad civil no tiene salidas, porque todo está bloqueado,
Pero es que, además pareja con esa defenestración institucional, corre la circunstancia de que un derecho; que está consagrado en la Constitución; como es la revocación del funcionario; que ha sido elegido por votación popular, no se reconozca, sino cuando al oficialismo le conviene; que fue lo que pasó con Chávez en el 2004; que se sometió al mismo, cuando ya los números le daban; no así sucedería con Maduro; a pesar de que se dice que los CLAP están teniendo mucho éxito; esa circunstancia, decía, hace ver el género de demagogo, que era Chávez, quien se jactaba de que ese era uno de los grandes logros de la Constituyente, haber incorporado en la Constitución dicho derecho; junto con aquel famoso artículo 350, que le concedía también el derecho al pueblo a declararse en rebelión. Ambos artículos son los que menos reconoció Chávez.

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