La Cabimas de ayer y de hoy



Por Luis Soto Pirela
Email:  luis_soto_pirela@hotmail.com

S
in ser cronista de la ciudad, ni aspiro serlo, quiero manifestar la impresión que me produce la Cabimas que me vio nacer, en la que he vivido durante 50 años y otros 20 que estaba fuera de ella, visitándola constantemente, en esos 20 años nunca estuve más de un mes que no visitara mi ciudad, tampoco dejé de votar en mi municipio. recuerdo al Pasaje Sorocaima, el mercado viejo, con su muelle lleno de pescadores vendiendo el fruto de su trabajo directamente a los consumidores, los camiones plataneros, el comedor popular, ferreterías, farmacias, mercado de la carne, quesos, refresquería, variados víveres, prendas de vestir, la calle principal con muchos almacenes surtidos, las NAVECA que en media hora te llevaban y traían a Maracaibo,  todo esto se corresponde a la década del 50 y hasta 1970.
A partir de allí aproximadamente, también recuerdo Centro Cívico con cierta resistencia del pueblo y sus comerciantes al cambio geográfico, pero que rápidamente hubo la adaptación a la modernidad, allí también podían los ciudadanos adquirir todos los artículos necesarios para su cesta básica sin ningún problema y a muy bajos costos, el mercado de la carne muy variado y de calidad, las verduras recién llegadas de los andes, los pequeños restaurantes para los trabajadores del CC, la prensa, librerías, almacenes, terminal de pasajeros, en fin, tanto como lo anterior pero con mayor comodidad y facilidad de transporte para el pueblo.
Hoy observo el mercado de mi ciudad desolado, parece un pueblo abandonado del viejo oeste americano, no hay autoridad, el 70% de los locales cerrados, la mercancía y los alimentos son escasos y de muy mala calidad, se camina por sus calles o callejones,  personas sentadas frente a una mesa miran al ciudadano como forastero, los camiones plataneros ahora se estacionan por las calles a vender a precios exorbitantes, entre las verduras marchitas y putrefactas se seleccionan para poderlas vender a precios moderados, las radiantes y frescas son para los de mayor poder adquisitivo.
Los pobres y los desamparados, los que señala la REVOLUCIÓN en sus postulados, esos tienen que hacer las interminables colas para comprar algunos alimentos, soportar el sol y la lluvia, también los amenazantes discursos de los GN, disciplinadamente hacen las colas, al mirar sus caras se observa la incertidumbre, la tristeza, la preocupación y el miedo a ser maltratado por funcionarios que están para servir, no para mandar, después de 4 y hasta 8 horas, logran adquirir 2 paquetes de harina de maíz, 4 rollos de papel, 1 kilo de azúcar, 1 kilo de arroz y 1 margarina, con esa compra salen con una sonrisa, pensando que la próxima semana según el control biométrico, le pertenece nuevamente volver a hacer la cola para someterse a los mismos sacrificios. Esto es lo que me da tristeza de la ciudad que me vio nacer, pero lo más grave es que, no solo mi ciudad vive este horror, es que todo el país está convulsionado con esta situación, ¿Qué hacemos? Aceptamos esto o nos unimos, recordemos que un pueblo UNIDO, jamás será vencido.   

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