El arte del soñador



Veleidades de un diálogo


RÈGULO JOSÈ SANTOS
Trujillo

C
ual tiempo se suscita ante las páginas del calendario donde supuestamente no hay manyare ni guarura de chuchuguasa, así mismo estiman los chimbanqueles que suenan inquietos los tambores al sitio campestre donde fueron invitados allí se contempla la imagen festiva tras los domingos de colores se aviva el plano tradicional. 

Extraviado entre los aretes lunares y brumas marineras apease abalanzado por cojines cubiertos de alambre y algodón. 

¡Ah! San Benito que ahí de tus milagros y sanciones mágicas con hiel y haces de leña 
  – cuantiosos trapos remojados tendidos en la trinchera  atisbe más ese flojo amarillento del Chano no acato recopilar el letrero para luego marcar el cetro con antorcha de terciopelo. 

¡Oh! Náyade que resides bajo la pradera noesis desterrando las patrañas cuales patentizan un señuelo conspicuo, atareado de numerosos bamboleos que alborean el lexema tosco, cuando se bandea un vademécum veleidoso. 

Trazar un ángulo al eje del bastidor de forma paralela consistente a cualquier vértice lineal que rotule un óbice triangular. 

¡Cuántos tesoros diacrónicos se esculpen en la crónica!
 Vaya usted a saber lo que el talento empírico es capaz de crear; desde este ventanal invito con beneplácito y efusivamente a que elogiemos a quien embadurna de almazarrón la historia universal sin sensacionalismo ni amarillismo menos aupar el palangrismo. 

¡Viva el arte popular!


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