Manipulación y autogolpe de Estado



Fernando Facchin B.
ffacchinb@gmail.com

El Carabobeño
 Viernes 11.01.13

“Bienaventurados los pueblos que no necesitan héroes”. Bertold Brecht

L
a adicción al cargo político siempre es preocupante, cuando los dirigentes dejan de reconocer los límites de su poder, la democracia se vuelve autocracia. Al comienzo se produce la desconexión, a la que le sigue la creencia de ser los únicos que saben lo que conviene y lo que no. Quedarse más tiempo de lo conveniente puede ser la enfermedad profesional de los dirigentes políticos, pero, ante todo, es incompatible con la democracia como marco para hacer cambios sin violencia”. R. Dahrendorf
El asunto que hoy me ocupa tiene un trasfondo de suma importancia, cual es la debilidad política de un pseudoliderazgo en decadencia,  que no habla a nuestra inteligencia, que no respeta nuestro sentimiento democrático, ni las normas fundamentales del Estado de Derecho, se resuelve siempre en clara y repetitiva contravención de la CRBV, buscando destruir, en forma definitiva, las instituciones fundamentales del país, actuando con malsana astucia sobre nuestro parlamento a fin de arrastrarlo a tomar decisiones que favorezcan sus hegemónicas pretensiones, con un dudoso piso político jurisdiccional. La tesis del “continuismo” asumida por el parlamento con piso político/judicial del TSJ, no es otra cosa que una burda “manipulación del Estado de Derecho”, rebuscada entre los senderos escabrosos de la inconstitucionalidad.
La manipulada aceptación  de un “continuismo administrativo” inconstitucional avala la perpetuidad en el poder, lo que implica ponerle una lápida a la democracia y una vil estocada a la CRBV,  precedente fatal para la democracia y el Estado de Derecho. El que los votos borren la inconstitucionalidad no es posible en un Estado de Derecho, quienes así lo ejecutan, dan un golpe de Estado contra la integridad y supremacía de la CRBV; se ha cohonestado en el parlamento, convalidada por el TSJ, una  inmoralidad constitucional maquiavélica, según la cual no importan los medios utilizados para conseguir los fines políticos personalistas propuestos, todo lo cual impulsa el ocaso de la institucionalidad, a sabiendas de que todo acto que contravenga la Carta Magna constituye un delito de carácter constitucional.
Se ha ejecutado un “autogolpe de Estado” y Venezuela  entra en una suerte de transición política dominada por la incertidumbre sobre su soberanía, estando en peligro la estabilidad institucional y la paz de la nación, ante un proceso de manipulación para un vulgar entendimiento político, lo que conlleva la destrucción definitiva del Estado de Derecho ante la tergiversación tendenciosa que se ha hecho de la CRBV. El autogolpe legislativo/ judicial no es un hecho fortuito; es una estrategia diseñada y empleada para justificar la coyuntura de ausencia presidencial, estrategia sustentada en un cretinismo legalista, mediante el cual se sacrifican  las instituciones fundamentales y la Carta Magna en aras de un interés político contrario a la nación y a la democracia.
El autogolpe no es un hecho fortuito.  Es una estrategia general de la “globalización”, diseñada y empleada para determinadas coyunturas y circunstancias.  Sacrificando a las instituciones prescindibles, que es la esencia de un autogolpe de Estado.

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