Prensa/ECDS/29-08-2019.-
Miguel Otero Silva fue un escritor, poeta, periodista y político
venezolano. A través de la literatura y el periodismo, relató
numerosas páginas de la historia venezolana del siglo XX.
Nació
el 26 de octubre de 1908 en el estado Anzoátegui en Venezuela. Su
padre fue Enrique Otero Vizcarrondo y su madre, quien murió cuando
Miguel Otero Silva aún era pequeño, fue Mercedes Silva Pérez.
Formó
parte de la Generación del 28, fue crítico de arte y un acalorado
seguidor del béisbol. Poseía un fino humor y se autoproclamaba gran
amigo del merengue, pero confesó en una oportunidad que no era muy
diestro a la hora de conseguir pareja. Sin embargo, se casó después
de haber cumplido los 40 años con María Teresa Castillo, con quien
tuvo dos hijos.
Cambió
la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Central de
Venezuela por las letras al verse sumamente interesado por el
periodismo. Llegó a ser director del diario El Nacional (Venezuela),
fundado por su padre, y se fue haciendo un extenso repertorio de
entrevistas, noticias, reportajes y crónicas e impulsó el género
de la mancheta en Venezuela.
En
1979, recibió el Premio Lenin de la Paz, equivalente soviético del
Premio Nobel de la Paz, siendo el único venezolano en haberlo
recibido.
Miguel
Otero Silva murió en Caracas el 28 de agosto de 1985. Dejó a su
muerte un amplio legado literario que abarca desde obras de teatro
hasta poemas, legado que ha merecido la admiración de autores de la
talla de Gabriel García Márquez.
Para
recordar a este ilustre venezolano te traemos uno de sus más
hermosos poemas:
POEMA
SIEMBRA
Cuando
de mí no quede sino un árbol,
cuando
mis huesos se hayan esparcido
bajo
la tierra madre;
cuando
de ti no quede sino una rosa blanca
que
se nutrió de aquello que tú fuiste
y
haya zarpado ya con mil brisas distintas
el
aliento del beso que hoy bebemos;
cuando
ya nuestros nombres
sean
sonidos sin eco
dormidos
en la sombra de un olvido insondable;
tú
seguirás viviendo en la belleza de la rosa,
como
yo en el follaje del árbol
y
nuestro amor en el murmullo de la brisa.
¡Escúchame!
Yo
aspiro a que vivamos
en
las vibrantes voces de la mañana.
Yo
quiero perdurar junto contigo
en
la savia profunda de la humanidad:
en
la risa del niño,
en
la paz de los hombres,
en
el amor sin lágrimas.
Por
eso,
como
habremos de darnos a la rosa y al árbol,
a
la tierra y al viento,te pido que nos demos al futuro del mundo…
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