Por Maolis Castro
Acto militar
durante la toma de posesión de Nicolás Maduro© Cristian Hernández
Prensa/MSN/El País/19-01-2019.- Nicolás Maduro sacó una
mano por la ventanilla del coche, saludó a los seguidores y partió
enseguida. Esta vez no hubo un acto de masas, el líder socialista
eligió un encuentro con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB)
en la Academia Militar de Caracas, después de juramentar su segundo
Gobierno (2019-2025) en el Tribunal Supremo de Justicia. Fue el
jueves, un día de expectativas y máxima tensión en Venezuela por
la controvertida investidura.
La tensión va en aumento desde entonces en el país. La Asamblea
Nacional, y gran parte de la comunidad internacional, no reconocieron
a Maduro, reelegido el 20 de mayo en unos comicios controlados por el
chavismo y con la abstención de la oposición. El político asumió
un nuevo gobierno de seis años, aplaudido por sus acólitos y
cobijado por los militares, mientras Juan Guaidó, el presidente del
Parlamento, se asoma con un nuevo líder opositor y pide apoyo de la
FANB.
En este polvorín, el general en jefe Vladimir Padrino López,
ministro de Defensa, ha reiterado el “irrestricto apoyo y
lealtad absoluta” de los soldados al gobernante. La respuesta
no ha detenido al jefe del Legislativo, que continuó con su petición
de desconocer al régimen y aplicar tres artículos de la
Constitución.
Para la abogada Rocío San Miguel, directora de la ONG Control
Ciudadano, son ínfimas las posibilidades de una rebelión en los
cuarteles. “La fuente de poder o de sustento de Maduro está
en la Fuerza Armada Nacional, en ningún otro elemento objetivo ni
simbólico en Venezuela… Hay una subrogación de él en la figura
del Estado”, explica.
Maduro domina casi todos los poderes en Venezuela, menos el
Legislativo, ganado por la oposición en 2015, y tampoco tiene el
apoyo de la mayoría de la población que, según varias encuestas,
desaprueban su gestión. Ahora, su continuidad en el Palacio de
Miraflores dependería de la fuerza ante la crisis de legitimidad.
Su predecesor, el expresidente Hugo Chávez (1999-2013), transformó
la FANB. El líder incorporó a excompañeros de armas en su gabinete
y actividades políticas, promovió a oficiales leales y degradó a
detractores. Muchos de los elegidos están acusados de corrupción o
están sancionados en el exterior por violar los derechos humanos.
Después de la muerte del jefe de Estado no solo no cesó el poderío
militar, sino que se expandió. Maduro designó a generales activos o
retirados como altos cargos, que ocupan un 47% de los ministerios. El
mandatario creó empresas gubernamentales administradas por el
Ejército para la explotación de la minería. Fue notoria la
dotación de armamento, comprado a China y Rusia.
La disidencia
La justicia venezolana dijo que había investigado un posible plan de
rebelión militar el año pasado. En diciembre, Maduro acusó a
Estados Unidos de ofrecer dinero a sus hombres a cambio de
derrocarlo. “Ellos van en serio, aumentaron el dinero para
intentar sobornar a los militares venezolanos a casi 120 millones de
dólares”, afirmó.
La lealtad de los jerarcas no ha impedido tímidas insurrecciones de
oficiales. En 2017, el Gobierno ordenó a los soldados reprimir las
protestas antigubernamentales. Ningún alto cargo desertó, solo un
grupo de 20 militares se alzó en un cuartel de la céntrica ciudad
de Valencia, en agosto. La mayoría cayó en prisión, mientras dos
murieron en un presunto enfrentamiento.
La ONG Foro Penal Venezolano había registrado 72 militares presos
por motivos políticos hasta ahora. Hace unos días, un informe de
Human Rights Watch reveló que agentes de inteligencia sometieron a
varios de los detenidos a abusos físicos y psicológicos. “Los
abusos sufridos incluyen golpizas brutales, intentos de asfixia con
bolsas de plástico, cortaduras con hojillas en las plantas de los
pies, descargas eléctricas, privación de comida y acceso al baño,
y amenazas de muerte”, acotó.
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