Por Manuel
Malaver
Prensa/ECS FM/28-05-2018.- Siempre sostuve que América le
debe a Álvaro Uribe el frenazo que en la década pasada detuvo la expansión del
chavismo hacia la parte sur del subcontinente, de la misma manera que a
comienzos de los 60, Rómulo Betancourt, en Venezuela, se propuso y logró que el
castrocomunismo no convirtiera a la Cordillera de Los Andes en una nueva Sierra
Maestra.
Malaver:
El regreso del uribismo y el fin de la dictadura de Maduro
Desgraciadamente, ni Álvaro Uribe en Colombia, ni Rómulo Betancourt Venezuela, tuvieron continuadores en su visión del peligro letal que representa para las democracias la emergencia de los totalitarismos y la necesidad de confrontarlos con todo hasta que sean desarmados y desaparezcan para siempre.
Desgraciadamente, ni Álvaro Uribe en Colombia, ni Rómulo Betancourt Venezuela, tuvieron continuadores en su visión del peligro letal que representa para las democracias la emergencia de los totalitarismos y la necesidad de confrontarlos con todo hasta que sean desarmados y desaparezcan para siempre.
Que
Venezuela haya pasado los últimos 20 años de su historia luchando con suerte
varia y sin lograr extirpar definitivamente la horda narco socialista que fundó
Chávez y comanda hoy Maduro; y que Colombia, después de Uribe traspasar el
poder en 2010 a un delfín, Juan Manuel Santos, que pactó con el castrocomunismo
venezolano para negociar con las FARC un “Acuerdo de Paz” que es ampliamente
favorable a la narcoguerrilla, habla de estos déficits y de las correcciones
que cada país ha emprendido, por su lado, para aproximarse a una solución en la
cual, la Colombia de Uribe y la Venezuela de Betancourt, se vuelvan a encontrar
en la tarea de reconstruir los caminos de América hacia la libertad.
En
Venezuela, en efecto, el domingo pasado, el pueblo habló absteniéndose de
participar en una farsa electoral con la cual Maduro buscaba relegitimar su
mandato, y hoy, ocho días después, el pueblo colombiano elegirá presidente a
Iván Duque, candidato del “Centro Democrático” de Uribe, que no se propone otra
cosa que limpiar a Colombia de la narcoguerrilla y sus aliados y reiniciar la
lucha contra el castrocomunismo que representa el exlíder autobusero, verdugo
de la democracia venezolana y agente de los factores políticos que tanto se
empeñaron para que Uribe y el uribismo desaparecieran de la faz de Colombia,
Venezuela y América.
Quiere
decir que, las agujas del reloj histórico retroceden al punto en que las dejó
Uribe en mayo del 2010 cuando traspasó la presidencia a Santos, pero con la
situación venezolana en fase terminal, puesto que, el narco socialismo que
Chávez dejó como herencia a Maduro -después de fallecer en el 2013- ha
gangrenado el espacio físico y moral de la República, y las FARC no están a
punto de ser derrotadas sino recuperadas después que el “Acuerdo de Paz”
Santos-Timochenko, prácticamente, las trajo a la vida.
En otras
palabras que, sería de una “corrección política” exagerada no plantearse que,
una hostilidad como la que sin duda emergerá en los próximos días o semanas
entre el uribismo y el madurismo no conduzca a una confrontación militar y que
en la misma esté establecido como objetivo fundamental el desalojo de Maduro de
la presidencia de la República de Venezuela.
Así, por
lo menos, lo denunció el propio Maduro en el discurso que pronunció el jueves
ante un organismo que sus seguidores llaman ANC (Asamblea Nacional
Constituyente), en la cual se juramentó rocambolescamente para iniciar un nuevo
período presidencial, pero no sin antes acusar a Uribe de estar agitando la
frontera “para emprender una guerra contra Venezuela”.
Por
supuesto que sin aportar una sola prueba, aunque es posible que Maduro se esté
preparando para una respuesta militar de Duque y Uribe ante la denuncia de que,
Venezuela se está convirtiendo en un reguero de campamentos guerrilleros de las
FARC y el ELN que se han movilizado hacia el norte y no tienen otro propósito
que mantenerse como fuerza de reserva en caso de que el nuevo gobierno no
ratifique el “Acuerdo de Paz” firmado en Santos y Timochenko.
Y que
apuntan tanto a Bogotá como a Caracas, pues podrían estar a disposición de las
FARC y el ELN en caso de que Uribe y Duque decidan regresar a la línea de
derrota total de la narcoguerrilla que desvió Santos, o a Caracas, en caso de
que Maduro sea amenazado por un golpe de estado o una explosión popular.
Fuerzas
que hasta este momento se han situado, básicamente, en la región del Catatumbo,
en la línea que delimita la península de la Goajira y la Sierra de Perijá y la
que separa el Estado Táchira y el Norte de Santander, siempre muy agitada, pero
sobre todo ahora, cuando es el paso más solicitado por los cientos de miles de
refugiados que huyen de la dictadura de Maduro, hacia la democracia de Duque y
Uribe.
Pasos,
estados, rayas y regiones muy calientes, excesivamente calientes, donde a la
ilicitud de los negocios que se originan en toda frontera que es el escape de
ingentes contingentes humanos, se une el drama de la desadaptación de quienes
llegan y quienes reciben, dando curso a crisis y choques, decididamente,
apocalípticos.
Y de
cuyas ubres saldrá y estallará un conflicto ya muy avanzado, que ha sido
contenido apenas por el trabajo de las políticas transicionales de la ida de
Santos y el regreso de Uribe y también por el empeño de organismos
multilaterales como ACNUR y la CIDH de la OEA, que han realizado un enorme
esfuerzo para la que es una de las principales muestras de la crisis
humanitaria que vive Venezuela, se mantenga bajo control.
Y de la
cual Colombia y el resto de países democráticos de la región (junto con los
refugiados) son sus principales víctimas, pues no estaba entre sus planes
crecer de una manera exponencial con exilados venezolanos, forzados a abandonar
Venezuela por el dictador Maduro, literalmente, para tirarle los costos de sus
trabajos, manutención y servicios a otras economías, mientras la dictadura se
dispone a incautarle parte sustancial de las remesas que envían a sus
familiares -que quedaron como rehenes en el país- para que sobrevivan.
En otras
palabras que, un mecanismo de expoliación, esclavitud y sujeción que es el
mismo que le procura a la dictadura cubana de los Castro en Cuba algo más de
4000 mil millones de dólares anuales y que Maduro ha copiado eficientemente
para compensar el ingreso en divisas que Venezuela ha dejado de percibir por la
bancarrota pavorosa del total de su economía.
La gran
pregunta es: ¿Permanecerá la región de brazos cruzados mientras una narco
dictadura que copia el modelo socialista cubano en sus aspectos más crueles, no
por equivocación, sino porque sabe que es la forma más rápida y rapaz de
ensañarse en la destrucción de un país para vivir de sus despojos, permitirá
que tal genocidio, tal crimen de lesa humanidad, se siga cometiendo, y ya no
solo contra Venezuela, sino contra todo una región, contra todo un continente?
Yo estoy
convencido que no, y no porque crea que vivimos en un mundo donde la lucha por
los principios esté por encima de los costos que genera su rescate, sino porque
sé que hay realidades como la hermandad colombo-venezolana, y demócratas como
Álvaro Uribe que conocen los nidos de los neototalitarios y sabe como ir a
buscarlos para llevarlos a la cárcel.
Hace
algún tiempo, Ulises, un cumanés que pasaba por la casa con frecuencia a hacer
trabajos de plomería y electricidad me preguntaba: “Periodista: ¿Conoce a Uribe, a
Álvaro Uribe, nunca lo ha entrevistado? Si no lo ha hecho, hágalo pronto y me
guarda la entrevista. Es de los líderes que admiro porque no se le agua el
guarapo”.
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