La mala noticia de la semana, como se le ha calificado, ha sido lo
atribuido a Nelson Bocaranda, en el sentido de que a él le huele que no
va a haber referéndum este año. No es que la oposición haya perdido
tiempo; enredada, como estuvo al comienzo del año, en temas como el de
la enmienda constitucional o la constituyente; embriagada todavía por el
triunfo del 6 de diciembre; sabiendo de antemano que todo eso se lo iba
a batear la Sala Constitucional del TSJ, como se lo advertían a la MUD
los propios voceros del oficialismo; pero producto de esa embriaguez se
pensaba todavía que esta gente estaba para respetar la voluntad del
pueblo, se descartaban esas advertencias; hasta, al final, quedarse con
el referéndum; agotadas, pues las otras vías, teniendo presente que el
poder está secuestrado en este país por la llamada banda de los seis
siniestros; sentados, a su vez, sobre las bayonetas de una cúpula
militar; que conforman las mafias, que saquean al país, y un sistema de
complicidades, del cual medran unas cien mil personas a nivel nacional,
una especie de corte versallesca, con todos los privilegios del caso, y
que han logrado estructurarse y amalgamarse en un Estado rentista en las
narices de la ciudadanía, y esto gracias a la presión que ejerce la
banda de los seis siniestros sobre todas las instituciones del Estado,
excepto la Asamblea Nacional, y a la que el Ejecutivo mismo la tiene en
un cerco administrativo; de modo que todo lo que hiciera la MUD, en
términos de salidas constitucionales, estaba condenado al bloqueo, y
esto lo sabía la MUD, y la que tampoco podía quedarse de brazos
cruzados.
Claro, esto arrancó desde el gobierno de Hugo Chávez, y quien fue
llevando a cabo esta especie de monopolización de nuestros asuntos
públicos, bajo su absoluta voluntad; a medida que iba venciendo todas
las resistencias que le oponía la sociedad civil; aunque ya en las
primeras de cambio demostró que Pdvsa era lo suyo, y fue el momento
cuando en los primeros días de su mandato, obligaba a ir a la directiva
de la empresa; la denominada por entonces nómina mayor, a celebrar sus
asambleas en Miraflores, y lo cual nos conduce a una primera aberración
estatal, es decir, acogotar a un activo de la República, bajo un
excesivo presidencialismo, y que iba a terminar por asfixiar a dicha
industria; que es lo que traduce la metáfora de que Chávez acabó por
matar a la gallina de los huevos de oro, y si nos atenemos al estado
financiero actual de Pdvsa, y el cual nos habla de pérdidas; de acuerdo a
las cuentas que sacan los economistas.
Por cierto, hoy se critica la pasividad, que mostró Rafael Caldera
durante el acto de juramentación de Hugo Chávez; cuando dijo que él lo
hacía frente a aquella moribunda Constitución; visto el irrespeto que se
desprendía de allí; que le hizo probar el primer trago amargo a aquella
clase media, que lo había llevado al poder; tanto más frente al
dirigente político, que había encabezado la comisión, que había salido
del Congreso de 1959-64, con el encargo de elaborar una nueva
Constitución, y detrás de ese trago amargo vino otra serie, que tuvimos
que probar los venezolanos; como la de imponernos una Constituyente,
encaminada a perpetuar a Chávez en el poder; la imposición del
cognomento de Bolivariana en el nombre de nuestra República, como una
impronta del movimiento político, con el que llegó al poder; con toda la
tergiversación histórica, que eso suponía; partiendo de que Venezuela
nunca fue una República de Bolívar.
En efecto, Chávez más que un fenómeno político, fue un fenómeno
social. Nunca se le vio pensando en una organización de la sociedad
sobre la base de maquinarias partidistas; que fue la tesis que impuso
Rómulo Betancourt, cuando regresó del exilio en 1936, y a la cual se
estaba adaptando la sociedad moderna del mundo entero; lo que Huntington
conoce como las olas de procesos de democratización, y gracias a lo
cual disfrutamos de 40 años de alternabilidad democrática, donde se
sucedió uno y otro partido en la presidencia de la República; sino sobre
la base de un personalismo, que venía a acentuar la aberración estatal
que propiciaba, ya que el mismo tenía su origen en un narcisismo sin
límites, y de allí que deliraba en un imaginario mágico, más que en un
imaginario racional, y, a ese respecto, pensaba que con su verbo iba a
enderezar entuertos, socorrer viudas y amparar huérfanos; como así
entendía que se debía gobernar, a partir de todos los resentimientos
sociales que arrastraba.
Se hizo famoso el “así, así es que se gobierna”; que por el hecho de
mismo de llevar ese que galicado, era una frase infeliz; eran los
efluvios de su narcisismo, que era muy seductor. Llevaba a decir a las
masas populares, lo que él quería oír; mientras iba defenestrando toda
nuestra base institucional, a partir de ese personalismo, hasta llegar a
lo que somos hoy en día: un Estado hipertrofiado; donde la sociedad
civil no tiene salidas, porque todo está bloqueado,
Pero es que, además pareja con esa defenestración institucional,
corre la circunstancia de que un derecho; que está consagrado en la
Constitución; como es la revocación del funcionario; que ha sido elegido
por votación popular, no se reconozca, sino cuando al oficialismo le
conviene; que fue lo que pasó con Chávez en el 2004; que se sometió al
mismo, cuando ya los números le daban; no así sucedería con Maduro; a
pesar de que se dice que los CLAP están teniendo mucho éxito; esa
circunstancia, decía, hace ver el género de demagogo, que era Chávez,
quien se jactaba de que ese era uno de los grandes logros de la
Constituyente, haber incorporado en la Constitución dicho derecho; junto
con aquel famoso artículo 350, que le concedía también el derecho al
pueblo a declararse en rebelión. Ambos artículos son los que menos
reconoció Chávez.
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