MI VENEZUELA AMADA
(Bertín Osborne)
Escribo estas
líneas con el corazón encogido por lo que leo, un día sí y otro también, sobre los acontecimientos que ocurren en
Venezuela, mi país amado.
Lo amo
tanto que tengo a mi lado, a una mujer maracucha, que me ha demostrado que el
carácter de vuestro país es inmortal, a unos suegros maravillosos que me
demuestran cada día lo que es el amor, la fuerza, el cariño sin límites, la
entrega en la ayuda, el esfuerzo y a dos hijos que son medio venezolanos y que
me han hecho disfrutar la vida como nunca jamás.
Mi
director musical, con el que viajo, trabajando por medio mundo, desde hace 17
años, es venezolano y la única canción que me es difícil terminar de cantar,
porque se me saltan las lágrimas de la emoción siempre que la canto es
«Venezuela»
Por
todo esto creo que tengo derecho a expresar mi dolor por la situación del país.
Yo he
vivido Venezuela desde el año 81 y no me creo que pueda pasar lo que está
pasando. De ser un país maravilloso, alegre, simpático, al que uno deseaba ir
todos los años tres o cuatro veces, ha pasado ahora a escucharse todos los
días, las voces que nos dicen: “no se puede ir allá, es peligroso, te pueden
matar, te atracan seguro, tienes que llevar seguridad, es mejor que no vayas,
etc, etc”.
¡Qué
dolor! ¡Qué pena! ¡Qué tristeza!
¡Lo que
ha sido Venezuela y en lo que se ha convertido!
Hace
años fui a Cuba con un amigo a pasar una semana de vacaciones. Al día siguiente
me volví. Fue tal la impresión de ver, en sólo un día, la degradación que vi
por las calles, de su gente, de su juventud en la puerta de las discotecas, que
me dio una depresión que me hizo abandonar el país y dejar con la mano tendida
a Fidel Castro cuando quiso saludarme a la entrada, precisamente, del hotel
Eurobuilding en Caracas. Le di la espalda, por asco, por mantener mis
principios, por demostrarle el rechazo que me producía un tipo que tenía
secuestrado y esclavizado a su pueblo.
Me
dicen que así terminará Venezuela, ya en manos cubanas. Ruego a Dios que nunca
pase. Que ilumine a ese bravo pueblo, para que vean la luz y que no terminen
jamás mancillados, embrutecidos, corrompidos, degenerados, sin valores, sin
principios, y sin respeto por la vida (la cifra de asesinatos es indecente y
sólo eso, debería hacer dimitir en pleno a los responsables si hubiera
vergüenza).
Amo a
Venezuela, con todo mi corazón, por quienes me rodean ahora y por los que me
rodearon antes. Quiero llevar a mis hijos para que conozcan su patria, tan de
ellos como la española, pero no me atrevo.
Eso no
debería pasar. Venezuela es mucho más grande que quienes circunstancialmente
estén dirigiéndola. Venezuela tiene una personalidad como país que está por
encima de todo. Ha sido siempre hospitalaria, simpática, vividora, ¡¡arrecha!!
¿Qué
vaina ha pasado? Volver a ser grandes
Lo que
ha pasado será un borrón en la historia. “Levantad bravo pueblo Sed vosotros
mismos
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