Letrillas
de un diálogo
RÈGULO JOSÈ SANTOS
Venezuela
¡El
temor es el arma más belicosa para cohibir la voluntad!
Cual
punto débil se aloja en la intimidad verosímil del valor de un timorato sin que
algún suicidio se aminore ante la vajilla asediada de onda radiactiva, quien
impreca con santidad forajida menos aquel singular sentimiento que solloza, no
será excluido del refugio de las ninfas poéticas.
Tal
vez alguien se documente con un ademán burlesco y sea abucheado.
El
lugar donde se hospedan luce acicalado de matices canoros allí acuden
ocasionalmente los centinelas remanso en melancólico de organdí. Radiantes
cuarzos semejantes a horizontes solubles son las vertientes solemnes, nutridos
sembradíos fluyen del huerto en temporada invernal, ya que proyectan una imagen
atractiva sin leyenda.
Zambullese
del mar remozado al campanario y el sonido dimétrico expuesto al augur mágico
que atraviesa la frontera, se acrecienta un colorido obispal cuyo espesor
aliciente alterna entre la residencia de las luces que metabolizan un perspicaz
ritual, no se escucha el escandaloso rumor musical del merengue popular
por las calles y avenidas, a ritmo moderado se entona el aroma cristalino.
Cual
punto débil se aloja en la intimidad verosímil del valor de un timorato
sin que algún suicidio se aminore ante la vajilla asediada de onda
radiactiva, quien impreca con santidad forajida menos aquel singular
sentimiento que solloza, no será excluido del refugio de las ninfas
poéticas.
Tal
vez alguien se documente con un ademán burlesco y sea
abucheado. El lugar donde se hospedan luce acicalado de matices canoros allí acuden ocasionalmente los centinelas
remanso en melancólico de organdí. Radiantes cuarzos semejantes a
horizontes solubles son las vertientes solemnes, nutridos
sembradíos fluyen del huerto en temporada invernal, ya que
proyectan una imagen atractiva sin leyenda.
Zambullese
del mar remozado al campanario y el sonido dimétrico expuesto al augur
mágico que atraviesa la frontera, se acrecienta un colorido obispal cuyo
espesor aliciente alterna entre la residencia de las luces que metabolizan un perspicaz ritual, no se escucha el escandaloso rumor
musical del merengue popular por las calles y avenidas, a ritmo moderado
se entona el aroma cristalino doloso.
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