Julio Portillo
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Táchira no sabe callar. No se lava las manos ante el desastre nacional.
Prefiere hacer camino al protestar. La fuerza insuperable de su gente tiene al
régimen en vilo. Gracias al ínclito valor inscrito en los pueblos que saben
triunfar como dice su himno, ha vuelto a salir a la calle. A esa región debemos
ahora el que la dictadura que nos gobierna, diga y se desdiga todo lo referente
a las inconstitucionales capta huellas que nos quieren imponer.
El
Táchira ha padecido en los últimos quince años la escasez, los secuestros, la
falta de gasolina, la quiebra de sus fundos, las torturas, la cárcel de sus
estudiantes, la destitución de su Alcalde, las mentiras. Es un pueblo mártir y
a la vez heroico. Está demostrando que San Cristóbal no es una feria de siete
días, ni sólo una tierra de donde salieron caudillos. Es un pueblo que tiene
raza, donde no sólo hubo españoles e indios, sino colombianos, zulianos y
llaneros. Y de allí su inconformidad.
En
palabras de Domingo Alberto Rangel pudiéramos repetir que “llegar al Táchira
nunca fue una empresa arriesgada. Por cualquiera de los portillos geográficos
que perforan sus montañas era fácil penetrar sus valles y las vigas de su
fresco verdor sirven para conocer sus anhelos”.
Por la pluma de sus hombres, como Ramón J. Velásquez, conocimos en
epígrafes y libros, los perfiles de la Venezuela contemporánea.
Desde
todos sus pueblos, Colón, Rubio, San Pedro del Río, Lobatera, Santa Ana y San
Antonio, Capacho, Michelena, Peribeca y Palmira, La Grita y San Cristóbal, nos
están convocando a los venezolanos a sacudirnos este federalismo restringido
que tiene asfixiadas a casi todas las provincias de Venezuela.
Allí
está el Táchira nuevamente como dice Tulio Chiossone “Mirando el tiempo,
esperando la hora…” No es una amenaza, es un torbellino de coraje, con olor a
café acabado de colar, con pisca y mistela. Es el instrumento de que se vale la
Providencia para acudir en nuestro socorro, porque el país está en la ruina.
Cuando pase este tiempo de charreteras iremos con gratitud a decirle a los
tachirenses gracias por haber enarbolado la bandera de la resistencia. Por no
haber sido compatriotas pusilánimes en una hora en que nos han secuestrado la
voluntad nacional.
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