Cuatro
adolescentes merideños vivieron la cruel experiencia de la detención, vejación
y torturas por efectivos de la Policía regional, quienes no respetaron su
condición de menores de edad
ELIZABETH ARAUJO
17-03-2014
Cuatro adolescentes
merideños vivieron la cruel experiencia de la detención, vejación y torturas
por efectivos de la Policía regional, quienes no respetaron su condición de
menores de edad.
José –las
identidades fueron cambiadas para proteger a las víctimas– se niega a salir
siquiera de su habitación. Sobreviviente, junto a Oscar, Daniel y Jorge de la
película de horror de la que fueron actores involuntarios, este chico de 15
años, accede a narrar muy brevemente por teléfono, tras largas pausas de
silencio bajo los cuales se oculta el llanto o la frustración, lo ocurrido en
los tres días que estuvo incomunicado en la Unidad Regional Policial de Mérida,
y de los vejámenes que recibió con sus compañeros, al ser apresados el pasado 5
de marzo por matones con uniforme policial.
“Nos golpearon
y nos dieron patadas… nos obligaron a arrodillarnos. Uno de ellos nos dijo que
nos iba a violar. Luego mandaron a ponernos en la pared y de muy cerquita nos
dispararon perdigonazos con metras… Si usted ve mi cuerpo, se pone a llorar,
como le pasó a mi mamá”, alcanza a narrar este alumno de bachillerato, para
quien es obvio que la Lopna –usted sabe, la Ley Orgánica para la Protección de
Niñas, Niños y Adolescentes– no existe; y que para sus torturadores tal vez sea
una abstracción, el nombre de un videojuego, o esa ley que alguien les instruyó
a respetarla; pero no ahora, cuando el país está en guerra, y el Presidente ha
activado las fuerzas policiales y militares para derrotar el supuesto golpe de
Estado en desarrollo.
El lector
puede detenerse aquí. Pensar –como suelen razonar la fiscal general y la
defensora del pueblo– que es una declaración infundada, sin respaldo
documental. Que no ve exámenes forenses adjuntos a esta nota. Pero es que nada
de eso, aún cuando sirviera para algo, puede mostrarse. Son niños y para estos
efectos sí, la Lopna los protege.
De modo que
acudimos a Genis Navarro, un abogado que cumple su horario en un bufete, pero
que, al enterarse de la indefensión en la que se hallaban estos adolescentes,
abandonó su despacho y se les ofreció a la familia para asistirlo de manera
gratuita. “Estamos hablando de unos chicos de las clases populares. Ni siquiera
protestaban. Pasaban por un lugar de una de las tantas manifestaciones que se
hacen a diario en Mérida, y terminaron presos”.
Lo que el
doctor Navarro descubriría luego le sacudió internamente: son menores de edad
–de 14 a 17 años–, pasaron tres días detenidos, fueron torturados y humillados.
Luego de un largo juicio, tras haber demostrado su inocencia, fueron puestos en
libertad.
–¿Cómo
sucede todo esto? ¿Bajo qué circunstancia ocurre este caso de violación de
derechos humanos?
–El 5 de marzo
fueron apresados cuatro adolescentes, quienes fueron brutalmente golpeados y
torturados por agentes policiales. Les dispararon perdigones cuando estaban
arrodillados. Luego fueron trasladados a la Unidad Regional Policial de Mérida
y allí otros agentes con capucha los golpearon fuertemente, hasta que los
trasladaron al centro de reclusión en donde los robaron, los colocaron frente a
una pared y los utilizaron de tiro al blanco, disparándoles perdigonazos.
–¿En
verdad, qué estaban haciendo ellos?
–En principio
ellos iban en vía contraria donde ocurrieron los eventos de ese día, como
barricadas y protestas. Alguien llegó disparando, y la protesta se dispersó.
Ellos también corrieron, pero fueron interceptados por la policía.
–¿Pero
debieron haber recibido trato diferente, puesto que son adolescentes?
–Sí, eso dice
la Lopna. Pero, lo más inaudito es que fueron presentados como criminales. Peor
aún: cuando declararon en plena audiencia tuvieron que desnudarse para que el
fiscal comprobara la verdad en cuanto a las torturas recibidas, porque no
bastaba con los informes médicos que consignamos. Es entonces, en plena
audiencia, cuando la juez comprueba los maltratos físicos y las torturas a los
que fueron sometidos, y es la propia jueza, que honestamente debo reconocerlo,
la que emite la libertad plena.
–¿Cuántos
tiempo permanecieron encarcelados y en qué condiciones?
–Estuvieron
tres días presos, recibiendo maltratos continuos y, lo más grave, que no los
dejaron comunicarse con sus familiares. Los acusaban de haber consumido
alcohol, sustancias psicotrópicas y de haber provocado daños a terceros. Les
sembraron drogas, les tomaron fotos al lado de bombas molotov y otros
implementos, y ellos sin poder hablar. Cuando se les hace la muestra
toxicológica se demuestra que ni siquiera habían consumido licor. Puedo leerle
parte del sumario donde el forense dice: “estos muchachos, fueron encontrados con
fuertes golpes contundentes, heridas disparadas con armas de fuego, disparos de
metras..”. Estamos hablando mínimo de 8 impactos de perdigones y metras que les
introdujeron. A raíz de mi denuncia y del juicio que se le hace, a la jueza no
le queda más recursos que darles la libertad plena. De inmediato exigí la
apertura de juicio por el delito que reza: “tratos crueles a los
ciudadanos venezolanos”.
–¿Por
qué usted asume este caso?
–Es que cuando
me enteré que habían sido detenidos unos adolescentes, pobres, que no había
responsabilidad penal, me conmoví y les planteé a sus padres que yo asumía la
defensa. No es la primera vez que lo hago. He asistido a 25 detenidos más, sin
gratificación económica. Lo hago de forma gratuita porque yo formo parte del
Sistema de Justicia de Venezuela y creo que debemos exigir respeto a los
derechos humanos.
–¿Usted
está solo en esto?
–No. Hay
muchas personas en esto. En el caso mío lo hago por convicción. Tengo 15 años
de experiencia y he ejercido la profesión con esa actitud, de defender todo
acto repudiable, que vaya contra la integridad humana. Defiendo los derechos
humanos a como dé lugar. En estos casos hay circunstancias crueles que nadie
debe dejar pasar. Las detenciones en los últimos tiempos, desde el 12 de febrero,
han sido crueles y determinantes para asumir la defensa de esos muchachos,
quienes son apresados sin prueba alguna. Nadie que esté en su sano juicio puede
quedar indiferente. Es indignante que se aprese a un ciudadano porque les da la
gana.
–En
casos como estos ¿qué ha dicho la Defensoría?
–Nada. Pasa
igual que en Caracas. Uno se enerva viendo como la defensora del pueblo y
encargada de velar por los derechos ciudadanos dejen que estas cosas ocurran.
¿Cómo dejan que haya violaciones de los derechos humanos?
–¿Quiénes
son en realidad estos jóvenes?
–Yo los conocí
e indagué bien sus vidas. Son menores de edad. Pobres. Estudiantes de
bachillerato, y el de 17 años es egresado del Tecnológico. Viven en zonas muy
deprimidas, que desean y aspiran vivir mejor. Por eso no me explico que se les
haya infringido tratos tan inhumanos. Tuvieron que relatar lo que vivieron.
Terminaron muy nerviosos tras esta aventura.
–¿Han
tenido que recurrir a psicólogos?
–Te digo, son
muchachos pobres, nadie los ayuda después de este trauma. Su satisfacción es
haber salido en libertad. Pero dos de ellos debieron ser atendidos. El niño de
14 años llegó a su casa y desde ese día está desaparecido. Su mamá ni sus
amigos saben dónde está.
–¿Qué
va a pasar ahora?
–Esta
investigación continúa. Pero la verdad es que todo se está haciendo lentamente.
El caso de los muchachos consta de 71 folios. Hay que esforzarse para que se
haga justicia.
–¿No
teme por su vida?
–Siempre. He
recibido muchas amenazas. Tengo esposa e hijos, pero es necesario luchar por
los derechos humanos de los ciudadanos y sobre todo en estos momentos en que
Venezuela nos necesita. No olvidemos que estos delitos son crímenes de lesa
humanidad y , por tanto, no prescriben.
“CIERRO
LOS OJOS Y VEO QUE ME VUELVEN PEGAR"
El acento
merideño de José se confunde y a veces parece que hablara a solas. “No puedo
dormir corrido, señora, como antes… porque cierro los ojos y veo que me
torturan otra vez y otra vez. Porque, le confieso que tuve miedo. Creíamos que
nos iban a matar… nos lo decían a cada rato, y todo el que pasaba nos golpeaba,
nos insultaban… Y después los disparos. Esos perdigonazos duelen y arden por dentro,
como si le echaran salo picante. ¿Ya le dije, no? Mi cuerpo está todo
moreteado. Fue tanto que yo le dije a mi diosito que nos sacara de aquí… Rezaba
callado, los demás no sabían… yo creo que Dios me escuchó”
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