Gustavo Tovar-Arroyo
“Juro por mi honor, y juro por mi Patria,
que no daré descanso a mi brazo,
ni reposo a mi alma,
hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen”
Simón Bolívar
E
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stoy agotado, han sido años
feroces. No hemos parado, no he parado. No pararé. Sigo. A veces no me explico
por qué lo hago, pero sigo. No es un sacrificio para mí, es un deber. Mis actos
son reflejo de lo que soy como venezolano. Siento en cada desafío que el
destino me ha impuesto el clamor de los próceres en mi sangre, cada una de mis
células pronuncia, junto a Miranda, Bolívar, Páez y Sucre, la palabra libertad.
No sé cuantas cosas he hecho ya
para reivindicar mi derecho a ser libre, a soñar distinto. He protestado,
marchado, hecho huelga de hambre; resistido ataques químicos, golpes con palos,
piedras, tubos, disparos; me han humillado, perseguido, herido con sables, con
ráfagas de perdigones y balas; me han encarcelado, han asesinado a mis
compañeros, pero sin embargo sigo, seguiré, seguimos, nuestro destino último es
la libertad.
Soy parte del bravo pueblo
venezolano porque, junto a mis compañeros, he vencido el yugo que el sátrapa
Chávez, sus hienas y sus chacales me han intentado imponer. No lo han
conseguido, ni lo conseguirán. Respetar la ley y reivindicar el honor me ha
protegido y enaltecido, soy hijo de la virtud. La mía como estudiante, la
nuestra como universidad, es una lucha por ideales, guiada por sueños y
fortalecida por principios. Somos imbatibles, soy imbatible. Sueño en libertad.
Todos hablan de mí, pero pocos
han comprendido el rigor de mi lucha. Mi peor enemigo ha sido el desdén
acomodado de la sociedad civil y el oportunismo mojigato de la clase política.
La de antes y la de ahora. Les encanta invocarme, aplaudirme, celebrarme, pero
desde lejos; no se manchan, no sudan, no pasan hambre, prefieren paz sin
libertad, es decir esclavitud. Sólo pocos, muy pocos han acompañado mi rabia
desde el primer día. No los culpo, temen bajar las cadenas de la opresión y la
libertad que piden desde sus pobres chozas morales es superficial. No la
sienten, no la palpitan, tiemblan de pavor ante el vil egoísmo chavista que
sobre ellos siempre triunfó.
No sobre mí, Hugo Chávez a mí nunca
me venció. Yo lo derroté, lo derrotamos mis compañeros estudiantes y yo.
Gritamos con brío ¡muera la opresión!, lo mandamos para el carajo, nos
sacudimos su despotismo y, como compatriotas fieles, hicimos de la unión
nuestra única fuerza, logramos abrirnos la senda iluminada de la esperanza
nacional: fuimos los inesperados precursores de la libertad.
Sí, me siento lleno de dicha e
inspirado porque desde el empíreo, Dios, mi supremo autor, me infundió un
sublime aliento para perseguir la gesta de la reivindicación. Luché, luchamos,
incansablemente luchamos, la persistencia nos permitió lograr la impensable
victoria y hoy el sátrapa yace embalsamado en su podredumbre moral por haber
retado nuestro sueño de libertad.
Las hienas y los chacales del
chavismo no me perdonan ni lo harán jamás. Me detestan, nos detestan. Los hemos
vencido una y otra vez. Yo, estudiante, soy el invicto del siglo XXI. Mi
destino, nuestro destino, es la libertad.
Sin embargo, la amenaza perdura
aun muerto el déspota, ya las viudas chillonas del despotismo han alzado la
voz. Por todas las vías burocráticas y violentas intentan doblegar a mi Alma
Mater, a mi universidad. Entienden que en ella nos formamos y nuestros sueños
estallan como un volcán en erupción; entienden que en ella nuestro espíritu se
ensancha y Bello y Rodríguez nos ofrecen su moral y su luz -néctares de la
libertad- como primera necesidad.
No lo lograrán, nuestra
universidad jamás será doblegada, por eso estamos en pie de lucha, unidos con
los lazos que en el cielo forma nuestra América toda como nación. No tenemos
miedo ni lo hemos tenido jamás. Entendemos nuestra misión histórica, sentimos
el palpitar heroico de nuestros próceres en cada latido de nuestro corazón,
somos ellos, tenemos…, tengo una misión que cumplir: alcanzar la libertad de mi
pueblo y redimir su anhelo de formarse y soñar con una Venezuela mejor.
Espero, nosotros los estudiantes
esperamos, que la sociedad siga el ejemplo que Caracas dio y nos acompañe en
está hazaña ineludible e impostergable por nuestra emancipación y autonomía. No
pediremos permiso en nuestro afán, tampoco perdón. Venceremos, ya vencimos.
Yo estudiante hoy canto junto a
ti, compatriota mío, con vigor y a coro nuestro histórico himno de libertad.
@tovarr
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