María Corina Machado
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l día de ayer, con la
desaparición física de Hugo Chávez se produce el fin de una etapa en la
historia de Venezuela. Hoy tenemos el compromiso ineludible de procesar las
vivencias de estos años y convertirlas en profundos aprendizajes para llevar a
cabo la necesaria transformación de nuestro país. En estos tiempos de
transición e incertidumbre que nos toca vivir, resulta primordial afianzarnos
en los valores fundamentales que han sido nuestra guía como nación.
Los venezolanos somos personas
compasivas y solidarias, como lo estamos demostrando en estas horas; al
extender nuestra generosidad y comprensión a muchos conciudadanos que hoy
sienten confusión y genuino dolor. Muy en especial, hemos transmitido nuestras
condolencias a los hijos, a la familia y a los seguidores de Hugo Chávez.
En estos últimos 14 años se han
despertado muchas aspiraciones colectivas y hemos madurado enormemente en
entender nuestra responsabilidad compartida en salvaguardar la democracia y la
libertad. Pero más allá del orgullo por la evolución en la dimensión ciudadana;
estas horas también nos invitan a la introspección y a la revisión de los
factores que han propiciado que las diferencias entre los venezolanos se hayan
profundizado, alcanzando niveles sin precedentes en nuestra historia
contemporánea. Así mismo, las prácticas personalistas han copado nuestros
espacios de convivencia, permeando inclusive los rincones más sagrados de la
vida republicana.
Los venezolanos valoramos la
verdad y la honestidad. Sin distingo de colores políticos, edades o clases
sociales anhelamos vivir en una sociedad donde impere la justicia como norma de
nuestro proceder, la unión familiar y el respeto a nuestros valores
escenciales. La sociedad venezolana ha dado evidencias de su convicción
democrática y hoy requiere que quienes asumimos responsabilidades públicas
actuemos con estricto apego a estos valores. En estas horas difíciles, nuestro
país exige un liderazgo a la altura de sus ciudadanos, capaz de representar con
responsabilidad, valentía y claridad las aspiraciones colectivas.
Para garantizar una senda de paz,
unión y libertad, debemos reconstruir la confianza hacia nuestras instituciones
y entre nosotros mismos. Lo anterior exige un estricto cumplimiento de nuestra
Carta Magna. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece
el procedimiento a seguir en el caso de una ausencia absoluta del Presidente de
la República antes de tomar juramento para un nuevo período. Según el artículo
233, la presidencia interina debe ser asumida por el Presidente de la Asamblea
Nacional hasta tanto tome posesión el nuevo presidente, como resultado del
proceso electoral que debe llevarse a cabo dentro de los treinta días
consecutivos siguientes.
Ante la inminencia de nuevas
elecciones presidenciales, es indispensable crear la confianza en el voto como
expresión de la voluntad soberana. Ello requiere un proceso transparente,
limpio y justo. Es tarea de todos: ciudadanía y dirigencia asumir sin descanso
el compromiso de hacer lo necesario para que tengamos elecciones democráticas.
La encrucijada histórica por la
cual atravesamos exige demostraciones concretas de que somos todos los
venezolanos quienes merecemos respeto y compasión. En razón de lo anterior
deben producirse acciones que evidencien el carácter democrático de nuestras
instituciones: la libertad de los presos políticos, el cese de la
criminalización de la disidencia política y la persecución judicial, el regreso
de los exilados, la garantía a la vida y la dignidad de los privados de
libertad, el respeto de la libertad de expresión y a la labor de todos los
periodístas, el comportamiento institucional de las Fuerzas Armadas y el
rescate de nuestra soberanía. Todo esto debe ocurrir en un ambiente de respeto
y reconocimiento mutuo entre todos los ciudadanos y muy especialmente entre
quienes ejercemos responsabilidades al frente de los Poderes Públicos.
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