PLINIO APULEYO
MENDOZA. LA PATILLA, 31 01 2013
A
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lgunas
de esas verdades, expuestas por excelentes analistas continentales, no pueden
pasarse por alto.
A
propósito de la situación venezolana, Diego Arria nos recuerda que en su país
se ha producido un verdadero golpe de Estado. Maduro es un vicepresidente de
facto, pues su cargo, según la Constitución, terminó el 10 de enero, y a la vez
se mantiene arbitrariamente como real sustituto de Chávez, en vista de que este
se encuentra de manera definitiva imposibilitado para ocupar la presidencia.
Sin
sustento legal, esta situación, escribe Teodoro Petkoff en su diario Tal Cual,
podría prolongarse por mucho tiempo; de pronto cuatro años. Semejante
perspectiva va en contra de la voluntad del propio Chávez. No olvidemos que en
su última comparecencia en televisión advirtió que la cuarta operación a la que
debía someterse en La Habana tenía riesgos innegables. “Si quedara inhabilitado
-dijo levantando un crucifijo ante las cámaras-, mi opinión firme, plena como
la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que
obligaría a convocar de nuevo a elecciones presidenciales -como manda la
Constitución- ustedes elijan a Nicolás Maduro presidente de la República.”
En
consecuencia, siendo innegable la incapacidad de Chávez para asumir el poder,
el presidente de Venezuela debía ser Diosdado Cabello -presidente de la
Asamblea Nacional- con la obligación de convocar a elecciones en un lapso de
treinta días. ¿Por qué no se cumplió con esta exigencia constitucional? En un
país donde no existe real división de poderes, Teodoro Petkoff nos recuerda que
la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luz Stella Morales, cumplió a
cabalidad las órdenes recibidas desde La Habana para violar de manera
sobrevenida la Constitución.
¿Quién
o quienes estarían detrás de esta maniobra? Mi amigo Carlos Alberto Montaner
señala a los hermanos Castro. Según él, Fidel y Raúl se han encargado de dormir
a los venezolanos, y especialmente a los chavistas, para ocultarles la realidad
de un Chávez muerto en vida y así poder controlar y manejar la continuidad del
régimen con un personaje de su confianza, Nicolás Maduro. Él y no Diosdado Cabello,
quien sigue las órdenes de una cúpula militar algo celosa de la dominante
injerencia cubana en sus filas.
¿Qué
va a ocurrir en Venezuela? Un verdadero desastre a corto plazo. Pese a los 300
millones de dólares diarios que recibe el país por cuenta del petróleo, no hay,
como bien lo dice Fernando Londoño -otro gran analista de la realidad del país
hermano-, un solo camino, un puerto, una fábrica, una escuela, ni un hospital
nuevos. La industria está arruinada, la inflación, el déficit fiscal y la inseguridad
son las más altas del continente, y la devaluación del bolívar es inevitable si
tomamos en cuenta que el cambio del dólar en la calle es cuatro veces más alto
que el oficial.
Pese
a estos visibles desastres, el populismo asistencial, cuando el Estado dispone
de millonarios recursos, consigue grandes beneficios electorales. Inspirado en
la lucha de clases, fracciona un país. Y si bien las clases medias y altas
tienen conciencia del desastre que está viviendo su país, el marginal de los
cerros sólo ve los favores que recibe.
Nosotros
no estamos a salvo de ese peligro. Lo tenemos en casa, con un Petro, que busca
conquistar los sectores marginales de la capital con toda suerte de subsidios.
Y siguiendo también el modelo chavista, se ha dado a la tarea de estatizar
empresas de servicios, produciendo catástrofes como la que todos vimos en el
caso de las basuras.
Sí,
este Petro que sufrimos en Bogotá no desdice nada de lo aprendido de su mentor
Hugo Chávez, a quien en 1994 acogió en su casa de Zipaquirá. Las verdades de a
puño que hemos registrado en esta columna acerca de la realidad venezolana le
conciernen muy directamente.
GUSTAVO PETRO ES EL ALCALDE MAYOR
DE BOGOTA DE TENDENCIA CERCANA A CHAVEZ
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