Los signos de
locura han estado presentes desde el comienzo de la revolución bolivariana
AXEL CAPRILES M.
jueves 24 de
enero de 2013
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estremecedor episodio del campesino tachirense que golpeó a su mamá de 80 años,
le disparó, le cortó las manos y los brazos y luego la incendió porque había
recibido órdenes del más allá de sacrificar a su madre para lograr la
recuperación del presidente Chávez no es un simple caso de psicosis o locura
individual. Es un síntoma de la locura colectiva que invade nuestro país, de la
clásica histeria de masas estudiada por Tarde y Le Bon y que hoy infecta a una
parte importante de la población venezolana. Cuando el 10 de enero las
multitudes se movilizaban gritando "yo soy Chávez" o "Chávez no
está en Cuba, está aquí en Venezuela, está en todo el mundo, porque todos somos
Chávez", había algo más que un simple eslogan o lema publicitario, se
estaba dando un verdadero proceso de transubstanciación de identidad. Ocurría
un síntoma típico de las psicosis y de los fenómenos de masa: la
despersonalización, la pérdida de los límites de la personalidad individual y
la adopción una personalidad arquetípica. Los signos de locura han estado
presentes desde el comienzo de la revolución bolivariana. Una de las primeras
anécdotas que se divulgó de Chávez es que en su casa había una silla que estaba
siempre reservada para Simón Bolívar, el convidado de piedra.
De las muchas
marchas chavistas a las que he asistido, uno de mis más nítidos recuerdos es el
de las caras enajenadas de centenares de milicianos que veían la espada de
Bolívar volando por los aires empuñada por la mano resucitada del héroe que
venía a hacer justicia. Lo que hoy sucede en Venezuela en nada difiere del
fanatismo religioso y el movimiento mesiánico que dirigido por El Consejero
llevó a la guerra de Canudos en las áridas tierras del Sertao. Es un eco en
nuestra cultura. Pedro I de Portugal hizo exhumar y coronar a su amada Inés de
Castro y la sentó en el trono a su lado para obligar a todos los cortesanos a
besar la mano de la muerta. El problema de la locura colectiva es que al estar
inmersos en ella no nos damos cuenta de la misma.
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