Cardenal Rosalio Castillo Lara |
14 ENERO 2013
H
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oy, por ser 14 de enero,
reproducimos la histórica homilía que pronunció el Cardenal Rosalio Castillo
Lara con motivo del Día de la Divina Pastora en año 2006. Estamos seguros que puede arrojar luces sobre
la situación que actualmente vive Venezuela.
Homilía del Cardenal Castillo
Lara en la Festividad de la Divina Pastora
Hoy, no sólo Barquisimeto y el
estado Lara, sino toda Venezuela se ha hecho presente en esta millonaria
manifestación de amor y devoción a la Divina Pastora de Santa Rosa.
Hace 270 años que la Divina
Providencia, en sus misteriosos planes, quiso cambiar la estatua de la
Inmaculada Concepción que había sido encargada a España por otra de la Divina
Pastora que, desde entonces, apacienta amorosamente su grey larense.
La figura del pastor, de honda
raigambre bíblica, la escogió Nuestro Señor Jesucristo para describir de modo
real e incisivo el cuidado solícito y salvífico que él tenía por sus discípulos
y seguidores, y que sus colaboradores deberíamos imitar en el cuidado de los
fieles cristianos. Jesucristo se define “el Buen Pastor”, que conoce a sus
ovejas y ellas lo conocen y siguen su voz.
El Buen Pastor lleva sus ovejas a
fértiles y abundantes pastizales y, si una se extravía por cañadas oscuras, la
busca hasta encontrarla, y, si es necesario, se la carga sobre los hombros
hasta llevarla al redil. Está dispuesto a dar la vida por sus ovejas.
El título de pastor bien puede
aplicársele a la Santísima Virgen María, por ser Madre del Buen Pastor y por
haber recibido, al pie de la cruz, la misión de ser Madre de todos los
cristianos.
La Virgen asume esa función
pastoril con maternal ternura y gran propiedad.
Bien podemos decir que se desvive
por sus ovejas; vela por ellas, las sigue, se interesa por sus necesidades y
trata de aliviar sus dolores. La gran popularidad y la gran devoción que la
Divina Pastora ha suscitado entre los larenses es una comprobación de los
favores que hace continuamente a sus fieles.
Hoy se conmemoran los 150 años de
una milagrosa intervención de la Divina Pastora a favor de sus fieles
barquisimetanos. En 1856 una terrible epidemia de cólera azotaba cruelmente a
los habitantes de esta ciudad. Eran muchos los que caían gravemente enfermos y
morían bajo el terrible flagelo, sin que se les pudiera encontrar eficaz
remedio, ni se vislumbraba un cercano fin a la epidemia. Ante esa tragedia, el
Pbro. José Macario Yépez, muy apreciado por la colectividad, que había
construido la iglesia de la Inmaculada Concepción, de la cual era párroco,
propició una visita de la Divina Pastora desde el pueblo de Santa Rosa hasta
Barquisimeto.
La procesión concluyó en la
iglesia de la Concepción, donde se celebró la Sagrada Eucaristía. En la
conmovedora homilía, el Padre Yépez se ofreció como víctima propiciatoria para
que cesase la epidemia. La Virgen aceptó la ofrenda y la epidemia desapareció.
Desde entonces en recuerdo y agradecimiento por el favor especial de la Divina
Pastora se realiza la hermosa procesión que, cada año, reúne más devotos y
cosecha más gracias recibidas.
La Santísima Virgen, por su
función misma de Madre y Pastora, sigue con maternal solicitud a sus fieles
devotos, los cuida y defiende, aleja de ellos los peligros y busca su
salvación. Este es un momento favorable para pedirle gracias a la Divina
Pastora.
Ella está dispuesta a ayudarnos.
Cada uno tiene sus problemas personales y estará pensando qué favor pedirle a
la Virgen: la curación de un enfermo, la solución de un problema familiar, o
cualquier otro. En esta solemne ocasión deseo proponerles que todos juntos le
pidamos fervorosamente a la Divina Pastora que salve a Venezuela.
Nos encontramos en una situación
de extrema gravedad como muy pocas en nuestra historia.
Un gobierno elegido
democráticamente hace siete años ha perdido su rumbo democrático y presenta
visos de dictadura, donde todos los poderes están prácticamente en manos de una
sola persona que los ejerce arbitraria y despóticamente; no para procurar el
mayor bien de la nación, sino para un torcido y anacrónico proyecto político:
el de implantar en Venezuela un régimen desastroso como el que Fidel Castro, a
costa de tantas vidas humanas y del progreso de su nación, ha impuesto a Cuba.
Los siete años de gobierno
ofrecen abundantes muestras de cómo será el futuro de Venezuela si este régimen
se perpetúa. Los principios fundamentales de la democracia son ignorados o
violados. Los derechos humanos se ven frecuentemente menoscabados. La libertad
de expresión es restringida y amenazada con disposiciones legales para lograr
la autocensura. La disidencia, apenas tolerada, es, en muchos casos,
perseguida. Los tribunales sentencian injusticias en nombre de la ley; hay
varias decenas de prisioneros políticos, mientras la delincuencia común aumenta
y ofrece un trágico saldo de más de diez mil homicidios por año. La corrupción,
-que se había propuesto eliminar radicalmente-, se multiplica ante el silencio
y la inactividad complaciente del Contralor General de la República hasta
producir varios miles de nuevos ricos millonarios. Al mismo tiempo crece la
pobreza, abunda el desempleo, trágica situación que las llamadas Misiones
logran apenas disimular. El odio sembrado, tenaz e irresponsablemente, amenaza
hacer de los venezolanos entre sí irreconciliables enemigos y lleva la división
y enfrentamiento hasta en el seno mismo de las familias.
Para colmo, el Consejo Nacional
Electoral, espurio en su origen y fraudulento en su actuación, ha quitado a
casi la totalidad de los venezolanos toda confianza en votos y elecciones.
Por otra parte, el altísimo
precio del petróleo que permitiría solucionar muchos problemas está siendo
utilizado a través de ultra millonarios regalos para obtener de otras naciones
una incierta fidelidad política, mientras en Venezuela se siente dolorosamente
la falta de intervenciones y trabajos para acondicionar los hospitales
desprovistos de lo necesario, de reparar las vías de comunicación, las calles
de las ciudades, la construcción de viviendas y centros educativos, etc… Estas
breves pinceladas no tienen la intención de ofrecer una exhaustiva información
que no encontraría aquí su lugar ni el momento apropiado, sino la de ayudar a
tomar conciencia de una gravísima situación que bien puede compararse con la
epidemia de peste que hace 150 años motivó la intervención milagrosa de la
Divina Pastora.
Ante la triste situación que
vivimos y ante el peligro de que, si el pueblo venezolano no toma conciencia de
su gravedad y no se pronuncia categóricamente a favor de la democracia y la
libertad, nos encontraremos sometidos a una dictadura de tipo marxista, vamos a
pedirle, todos unidos, a la Divina Pastora:
“¡Virgen Santísima, que en
nuestra historia has manifestado muchas veces tu benevolencia y cariño por este
pueblo, te pedimos que no nos abandones en este momento!”.
Nuestro Señor Jesucristo ha
querido, quizás, darnos una dura lección por nuestras infidelidades, por no
haber sabido aprovechar los dones que nos dio de una naturaleza tan fértil y
rica, de una población inteligente, trabajadora y generosa, y por no haber
ayudado debidamente a los más necesitados y no haber vivido limpiamente nuestra
fe cristiana.
Apóyanos, dulce Divina Pastora, a
aprender la lección y danos a todos la claridad de la mente para conocer y
evitar el peligro, y la fuerza para superar democráticamente este momento
difícil. Consíguenos el don de la paz, de la reconciliación, de la conversión y
danos la alegría de la recuperada libertad.
Así sea.
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