La Revolución Comunista solo
destruye
Iván Olaizola D’Alessandro
Apareció el desparecido en la isla de la felicidad.
E
|
n vista de que por fin parece
que nos estamos dando cuenta de hacia donde nos llevan, me tomo la licencia de
reproducir un paraninfo publicado hace ya 7 años, con ligeras adaptaciones.
“En estos
doscientos años que van desde aquel 5 de julio de 1811, muchas han sido las
situaciones que se han vivido en esta tierra de gracia. Desde el punto de vista
político se han construido, de acuerdo a la nomenclatura actual, cinco
repúblicas, lo que equivale a decir que se han destruido cuatro. Y dentro de la
vigencia de cada una de estas repúblicas, muchos gobiernos han surgido y muchos
han caído”.
“En estos
catorce años años, después del período mas largo de estabilidad republicana,
hemos estado transitando uno de los períodos políticos de mayor inestabilidad.
No importa de qué lado se esté al hacer el análisis de estos casi tres
lustros, para estar de acuerdo en que mucho se ha destruido y muy poco se ha
construido. Posiblemente unos dirán que es cierto pero es que se ha destruido
para construir algo mejor y otros pensarán exactamente lo contrario; se ha
destruido por destruir, sin construir nada en absoluto. Me inclino a favor de
estos últimos”.
“Apenas el
teniente coronel felón asumió el poder, comenzó su proceso destructivo. Su
primer decreto fue acabar con la Constitución, enterrando la llamada IV
República. Se hizo la “mejor” y más violada constitución del mundo y se
proclamó la V república. Así se comenzó el proceso legal de destrucción. Se ha
intentado destruir todo el legado histórico desde los tiempos precolombinos.
Destruir la historia, borrarla. No ha habido tiempo en esta llamada revolución,
de pensar qué construir, solo tiempo para destruir, para borrar, para negar”.
“Un decreto
de destrucción es remplazado por otro que cambia el anterior y solo propone nuevas
destrucciones. Se ha destruido el Estado de Derecho. El Congreso Nacional fue
sustituido por una Asamblea Nacional que se ha convertido en una máquina
eficiente de destrucción del mecanismo legislativo del país. Se transformó la
Corte Suprema de Justicia para destruir el sistema judicial. Se crearon nuevos
poderes para destruir otros. Se destruyó la autonomía del sistema electoral.
Igual ocurrió con el ministerio Público y la Contraloría, esta última
desapareció definitivamente. Sí se creó algo nuevo, la Defensoría del
Pueblo, instrumento de destrucción de las esperanzas de los tontos. Las Fuerzas
Armadas Nacionales fueron singularizadas, para ser destruidas. Aquí habría que
reconocer que con la FANB se ha tratado de construir algo: una nueva fuerza armada,
particular, politizada, ideologizada. La moneda, las escuelas, las
universidades, los hospitales, no han escapado de este tsunami comunista.
Los ministerios, institutos y empresas son remplazados por otros, con la
intención de destruir algo. Nada estable, sensato y duradero ha remplazado lo
destruido. Ni física ni espiritualmente”.
“El país
todo se cae a pedazos, nada funciona, y la respuesta es más destrucción. Se
destruyen los puestos de trabajo, las unidades de producción, tanto
industriales como agropecuarios. Se expropia y se invade para destruir. Que no
quede piedra sobre piedra. Pero quizás lo más grave y lamentable sea la
destrucción de los valores morales y éticos del país y la
destrucción de casi 170 mil almas a manos de un hampa que pareciese auspiciada
por el propio régimen. Se destruyó la unidad nacional. Se están destruyendo
los valores más importantes de una sociedad. Se quieren destruir sus
costumbres, sus creencias, sus hábitos. La familia pues. Todo, absolutamente
todo, hay que destruirlo. Destruir al hombre actual. Alguien nos acotará: es
que estamos en un proceso revolucionario, y las revoluciones destruyen todo.
Muy cierto y hasta dialécticamente correcto, el problema es que las
revoluciones, cuando son comunistas, no saben construir, solo destruir”.
¿Seguiremos esperando que
alguien nos ayude a parar esta destrucción? ¿O asumiremos nuestra
responsabilidad ciudadana, ineludible, de pararlo? ¿Le diremos no al comunismo?
Creo que el tiempo se nos agota. Sí debe haber salidas.
Comentarios