Las Huellas del Tiempo



Gira el mundo, gira.
Julio Portillo

L
a inolvidable canción italiana de “Il mondo”  sugiere el título de este artículo. La letra de esta composición dice que el mundo no se detiene ni un instante en su espacio infinito, que gira con amores que nacen y con amores que se fueron, la noche sigue al día y el día llegará.

Y el día llegó. Estados Unidos y Cuba restablecen relaciones diplomáticas y comerciales. El tema de Cuba no nos es extraño, en 1981 fui autor del primer libro sobre las relaciones de este país con Venezuela desde 1902 a 1980. Hace más de un año en auditorios universitarios y militares, he venido pronosticando que Estados Unidos y Cuba terminarían poniéndose de acuerdo y Venezuela quedaría convertida en una estatua de sal, como castigo a su falta de visionaria política exterior. Ni siquiera se le avisó de este acontecimiento recientemente en La Habana. No fue ni convidada de piedra.

La geopolítica cubana ha sido exitosa. Desde 1959 se propuso Fidel Castro apoderarse Venezuela. Solicitó préstamos a Betancourt que no le dio. Nos invadió por Machurucuto y finalmente lo logró con Chávez y Maduro en el poder. Con el petróleo venezolano se hizo el Alba, Unasur, la Celac, los gobiernos parásitos de Nicaragua, Cuba, Bolivia, Ecuador exprimieron a la jugosa Venezuela. Ahora ante el desastre económico del chavismo la abandonan. El gobierno cubano sabe de la anemia que padece la dictadura de Maduro y su camarilla y se arregla con los Estados Unidos para sobrevivir.

La gris política internacional de Obama necesitaba un repunte y le arrancaron de la mano al Papa Francisco la sugerencia de arreglar sus problemas con Cuba. Regalo al Pontífice y a San Lázaro, en su onomástico, esta noticia convierte en cierto modo a la isla en un país emergente. Cuba flota, Venezuela se hunde. El comercio entre los dos vecinos se potencia. Vendrán los cambios políticos.

No sabemos hasta dónde el electorado norteamericano premiará a los demócratas por este arrojo o a los republicanos que critican esta decisión de Obama como el último de sus errores en política exterior. De inclinarse por estos últimos no sería extraño que el senador Marcos Rubio, hijo de cubanos, sea el próximo presidente de los Estados Unidos.

No es descabellado imaginar que en la negociación secreta entre Cuba y Estados Unidos no estén pactados los temas de Colombia y Venezuela. En ello puede inscribirse la decisión unilateral de la FARC de suspender las hostilidades. Sobre Venezuela es evidente que Maduro, jefe de sí mismo y del círculo plutocrático que lo rodea hay que negociarlo. Varias hipótesis ya están en el tapete.

Sus últimos desatinos sobre lo del sicario en el Ecuador, la vaca de leche en las escuelas, las temerarias groserías de la Avenida Bolívar, las suplicas desoídas en Mercosur, lo hacen ver como un mandatario sin talento y sin apoyo popular. A  cubanos y venezolanos hay que recordarles que nada es para siempre, que no hay infelicidad perpetua. Que el mundo gira y gira.


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