Caída de Barinas



Arnulfo Poyer Márquez

D
espués de la victoria patriota en el campo de Araure, 5 de diciembre de 1812, Bolívar destacó varios batallones y escuadrones en persecución del derrotado, aprovechando que en el desenlace de la batalla, los cuerpos de Miguel de Ceballos, gobernador de la provincia de Coro habían tomado el camino del sur hacia Barinas, y las fuerzas llaneras de José Yáñez fueron obligadas cabalgar sin parar hacia el norte. Ambos eran los comandantes principales derrotados en la sangrienta contienda. Al valiente Juan Rodríguez, patriota español lo dejaron en Ospino; al también patriota español Manuel Villapol le ordenaron la persecución de Yáñez hacia el norte y liberar la provincia de Barquisimeto; al victoriano Ramón García de Sena le ordenaron hacerse de la gobernación de Barinas, y se iría con una parte del Barlovento, el Vencedor y unos veteranos escuadrones de dragones y barineses, mientras Bolívar con el castellano Vicente Campo Elías, el otro artífice de la victoria, con el Valencia, el Agricultores, los orientales y un cuerpo recién formado con derrotados (el Valerosos Cazadores, relevo del batallón barinés homónimo caído completo en la contienda), vía a Valencia con Bolívar a la cabeza.
Por aquel entonces, los barineses no congeniaban mucho con los capitalinos; durante la campaña Admirable, prácticamente forzaron a Bolívar dejar en la dirección de la provincia de Barinas a los mismos jefes de la Primera República, quienes venían como un ala rebelde desde la misma campaña de Cúcuta antes de iniciarse la campaña de Venezuela (Admirable). Mantuanos muy ricos, tenían una visión muy antagónica de la unión que se profesaba en la constitución de 1811, dado veían letra muerta la susodicha igualdad, comprobada en la discriminación que recibían sus abundantes productos por parte de los capitalinos. Algunos de esos republicanos llaneros eran del particular de hacerse una república con la de Guayana, por donde fluirían sus productos con mayor libertad. Bolívar los persuadió a mantenerse unidos, para poder derrotar a un enemigo que ganaba en la opinión del pueblo. La oferta no surtió efecto, porque quien aprovechó la tensa contrariedad fue el Ñañá de Los Llanos, José Yáñez, a cuyo arraigo fue atraído el grueso de peones, esclavos y cimarrones que operaban en las planicies de Barinas, Apure, Meta y Casanare. Luego de la victoria en Araure, el jefe republicano prefirió colocar gente de mayor confianza, quizás para ejemplarizar con los recién colocados, que su objetivo era la República, que ese todo importaba más que las miras provinciales.
Resultó que José Yáñez no perdió tiempo apenas llegó a Coro con sus reliquias. Tres días le bastó para apenas trazar planes de reaprovisionamiento y sin respirar partió a Guayana vía el Caribe que tan rápido como llegó, armó de nuevo a los que hasta Angostura se habían apersonado en espera de nuevas armas… que fue el mismo Yáñez quien se las consiguió. Pareció un milagro. La rapidez con que actuó no dejo oportunidad a la reacción en los aturdidos republicanos. El 5 de enero lo encontramos de nuevo apoderado de la provincia de Apure y del 6 al 10, causando derrota tras derrota a los patricios barineses que, obviamente no tenían el más mínimo poder de convocatoria sobre el pueblo que deseaban atraer; por supuesto, no era todo el peonaje el abrazado por el Ñañá. Las tropelías y violaciones en familias de toda clase y opinión, no favorecían tampoco el absoluto la opinión del pueblo más sensato por lo menos. Así tenemos que el marqués Briceño Pumar al recibir derrotas en Mantecal, Nutrias, Guasdualito y una victoria en Banco Largo, pero debe retroceder ante la cantidad de pueblo alzado y confesarle a los vecinos de Barinas tener que abandonar la pequeña ciudad, antes de ser tocados por la crueldad de los perseguidores, acción que siguieron muchos habitantes con los más indefensos vía a Ospino y el resto prefirió soportar el sitio no sólo del Ñañá, sino también del olfateador Remigio Ramos y el terrible José Puig.
Desde el 10 de enero estaban los pobladores ceñidos de aquella bárbara rabia que no dejo piedra sobre piedra en las villas cercanas de Obispos, Barinitas y Boconoíto. Enviaron a dos guerreros pedir el auxilio a Urdaneta, comandante de la provincia liberada de Barquisimeto. Cada día era diezmada la resistencia. Los emisarios después de mil atolladeros dieron con el marabino muy al norte de Barquisimeto, el 17 de enero, al día siguiente de la victoria patriota sobre Reyes Vargas y Pedro Inchauspe en la llanura de Baragua. Entre el dilema de continuar ascendiendo y tomar a la provincia de Coro, ahora sin defensa, y venirse hasta Barinas para salvarla de la inminente tragedia, decidió lo segundo, siguiendo sus altas prendas. Esa semana entretanto fue durísima la resistencia. No creían los sitiados que los emisarios pudieran haber salido con vida de la encomienda y optaron por decidir movilizar a la migración que restaba a Mérida. Una cuarta parte de esa población se encontraba herida, enferma e incapaz de dar un paso. La armaron y el resto partió con García de Sena, Francisco Conde, Olmedilla vía Mérida. Antes de llegar a Barinitas fueron atacados y los dragones hicieron gala de sus conocimientos, derrotar a un gran contingente del Ñañá. La victoria permitió a los migrantes tomar el camino que impediría el abordamiento, y pudieron salir de aquel infierno.
El 20 de enero de 1814 a la 1 de la tarde las fuerzas de los tres jefes tomaron a Barinas, haciendo una carnicería espantosa, como jamás la ha contado la Altiva del Llano. Dicen que El Ñañá se jactaba de que las ruinas quemadas no sobrepasaran su cintura. No menos de 3000 muertos aquel día trágico e ignorado. Lo mismo ocurrió con las villas pendientes. Urdaneta llegó a las cercanías de la siniestrada ciudad el día 23, y, puesto al conocimiento de los hechos, prefirió devolverse para defender a Ospino y Barquisimeto. Entretanto, de la migración que viajó a Mérida, una tercera parte -500 almas- no pudieron alcanzar su destino. García de Sena tomó la vía de Trujillo y por muchos vericuetos logrará tocar a Valencia 10 días después. Francisco Conde quedará en la villa merideña para defenderla hasta la caída de la Segunda República. Sus Dragones de Caracas acompañarán a los andinos hasta los Llanos de Casanare donde ser rehará para la dura resistencia que vendrán en los tres años subsiguientes. El Ñañá, después de lo de Barinas, sitiará a Ospino, pero encontrará allí la muerte antes que la victoria, el día 3 de febrero por un balazo de los vecinos sitiados. Su cuerpo fue descuartizado y colgado en horribles escarpias a los cuatro vientos.
Trágica paradoja de aquel 3 de febrero de 1814, mientras los ospinenses celebraron por todo lo alto su victoria sobre el terrible Ñañá de Los Llanos, al otro lado en La Puerta era derrotado Campo Elías por otro nuevo líder de los pardos, el Azote del Cielo, el Taita Boves.   

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